lunes, 26 de febrero de 2007

Tengo mi tristeza siempre ahí, escondida poniéndose guapa

Cada viaje trae consigo sus propias sorpresas: un desafío, una desviación súbita, un grupo de nuevos amigos por el camino, y tal vez incluso, un destino diferente al deseado.
He dado la ciaboga en la ciudad amurallada de Mirobriga, lugar donde recuperamos el pulso de generaciones pasadas. Antiguas raíces.
Ahora entiendo más que nunca el sentido del sonido de una, no simple, campana.
Lo que mas me alegra es saber que se escucha desde el río.
El príncipe regresa a su cueva. A su pequeño reino chilinchilan.
Donde ahora el color oficial es el naranja.
Y el idioma son los pensamientos y la música de la propia vida de cada uno.
Cada nota es una imagen.
Tal vez se pueda disfrutar más de todo esto si cesaran esos terremotos craneales cuyo epicentro esta localizado en un momento en el tiempo.

Siempre es genial volver a estar con los habitantes más cercanos de ese lugar embrujado, iluminado de “estrellas”. Ese universo paralelo que cuando se mezcla con la realidad se convierte en lo único.
Empeñados en hacer bricolaje con ese infinito puzzle que es mi vida, mientras yo se lo compenso poniendo música e imágenes a las suyas.
Paciencia en la búsqueda de la cuadratura del círculo, ¿verdad Piraguas?
O como le dediqué al profesor Tomoko en cierta ocasión: “La vida ya es una obra de teatro. Seamos pues sus actores. Disfrutemos de nuestra Julieta particular. Deleitemos al publico que llena ese maravilloso escenario que es el mundo.” (era algo así, no Mimi?)

Como el re-encuentro con Filamento y Molécula.
Maravilloso. Siempre deliciosos los relatos de sus ultimas peripecias entre cañas y tapeo. Siento teneros ahora un poco abandonados, pero mi ánimo es como el espesor de la nieve, escaso en algunos momentos.

La que no tiene nombre, o siempre me pregunta si lo tenía, mientras se piensa si es buena idea llamarme o no, yo seguiré esperando que lo haga.

Y supongo que mi sirena, seguirá entre algodones. Recuperándose de si misma.
Porque como le oí sin quererlo, decir a quien confundió con mi nombre, que no puede mas, que no puede dar más, porque no tiene, porque le falta.
Desde aquí solo puedo seguir llenando sus mañanas con un abrazo como si fuese el primero y un beso como si fuese el último.
Te espero en mi desierto. (para salir juntos de el)


Pd: Tengo mi tristeza siempre ahí, escondida poniéndose guapa. (I.F)