viernes, 4 de noviembre de 2005

OCEANO PACIFICO


Hace tiempo, unos años, aprendí y me enseñaron que debía quitarme una a una las muchas corazas y armaduras, que desde niño me había ido poniendo yo mismo. Entonces descubrí otra vida y me descubrí a mí, vi que podía expresar todo lo que pasaba dentro de mi sin miedo a que me hicieran daño. Sin miedo a ser demasiado vulnerable, a decir lo que sentía en cada momento sin temor al rechazo, a las represalias, al qué dirán, a la opinión de los otros, en definitiva. Estaba encantado de conocerme mas, y de saber que no estaba solo, que había gente estupenda a mi alrededor. Conocí gente nueva, hice amigos, volví a disfrutar de todas las pequeñas cosas que sin saber cómo ni porqué, había apartado de mí vida. Volví a sentir dentro de mí a aquella persona inocente y confiada que fui un día...Sin embargo, de pronto, en un determinado momento empiezas a darte cuenta que al lado de lo bueno, de lo hermoso de la existencia, están también el sufrimiento, el dolor, cosas que mi armadura de años me había evitado, o al menos eso pensaba yo... Me di cuenta que confiar demasiado en las personas tiene sus riesgos, y no me importaba correr esos riesgos, pero al corazón le duele. Le duele la indiferencia, el rechazo, el mal que nos rodea, el sufrimiento ajeno... Le duele cuando alguien traiciona la confianza que has depositado, le duele que haya personas a las que has intentado dar todo lo mejor de ti que llevas dentro, y que te responden con un engaño, una mentira, una indiferencia....A veces, me levanto por las mañanas, me miro al espejo y me pregunto si no sería mucho mejor volver a colocarme una a una todas aquéllas máscaras y armaduras que un día dejé caer...Si ese gesto quizá me salvaría del naufragio...si el corazón dejara de una vez de hablarme y decirme con insistencia...confía...confía....ama...ama....."

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